Atrapé a mi tentadora madrastra en el armario y, con una sonrisa traviesa, le di una nalgada juguetona. Poco sabía ella, mi amante estaba mirando, listo para unirse a nuestra erótica escapada.
Me quedé sorprendido cuando me topé con mi despampanante madrastra en el armario, y la situación fue subiendo rápidamente cuando procedí a nalguearla.Esto no era más que una nalgada cualquiera, sino un encuentro apasionado que la dejaba con un brillante culo rojo.La vista de ella en esa posición comprometedora encendió un fuego dentro de mí, y no pude evitar aprovechar la situación.A medida que continuaban las nalgadas, noté un indicio de excitación en su rostro, que solo alimentó mi deseo de explorar más.Me encontré perdido en el momento, olvidando la naturaleza tabú de nuestro encuentro.La visión de su agachada, su culo expuesto y vulnerable, era demasiado para resistirse.Empujé sus límites, tomando el control de ella de una manera que dejó su respiración jadeante.La intensidad de nuestro encuentro nos dejó a ambos sin aliento, un testimonio del placer prohibido que habíamos desbloqueado.
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